En el turbio silencio
escucho brotar gotas de sangre
provenientes de tus ojos pálidos,
envueltos en párpados de amargura
y desolación incesante.
El tacto no miente,
siento tus manos gélidas acariciar mi cuerpo,
invadido por la pena que me acoge en la soledad.
Me regocijo en la calidez
de tus abrazos espinosos
pues he aquí la felicidad eterna.
No hay mejor melodía
que el de tus besos punzantes
y heme aquí tocando contigo
boca a boca nuestras notas
de un viaje sin retorno.
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1 comentario:
Este final es un bálsamo de sinceridad entre la ironia y la hipocresia que nos rodea...
Cuantos deseariamos un final feliz...
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